jueves, 7 de mayo de 2015

TESTIMONIO DE SANIDAD DIVINA. DIOS ME SACO DE LAS TINIEBLAS A LA LUZ.





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Desde  niño, me críe en un ambiente muy difícil y de mucha maldad. Recuerdo las  peleas a diario  que tenían mis padres, también con los vecinos  habían muchos conflictos en el barrio, y hasta en el colegio sufría el acoso de los compañeros, fue una etapa de mi vida muy dura.
                                            
Así que desde muy joven, me sentía muy solo,  tenía  pensamientos de desánimo, de amargura, depresión, miedos, complejos, pensamientos sobre acontecimientos del pasado, preocupaciones por mi  futuro,  tenía miedo hasta de mi mismo, a perder el control,  miedo de hacerme daño, miedo al suicidio.

 
Así que desde muy temprana edad, con solo  12 años le dije a mi madre que me llevase  al psiquiatra, ya que no podía aguantar más.  Tenía miedo de los pensamientos que tenia, que estaban continuamente bombardeando mi cabeza, y temía incluso por mi vida. 
                                     
El psiquiatra me  mando, medicación y hacer deporte, pero ninguno de estos remedios funciono, las pastillas que me mandaban, me dejaban medio drogado, siempre estaba adormecido, pero cuando pasaban sus efectos, volvían a aparecer los mismos pensamientos, y respecto al  deporte,  practique  atletismo, pero por mucho que corría aquellos pensamientos  me perseguía a donde fuese.              

 Como no encontraba salida a mi situación, comencé a buscar en libros de psicología y de autoayuda, para saber el porqué se producían estos pensamientos y encontrar una solución.


Usaba libros  de,  como vencer la depresión,  y  también de autoayuda como,  tus zonas erróneas, tus zonas mágicas, como aprender a ser feliz, etc.… Estos libros me daban ánimo  por muy poco tiempo, pero aquellos pensamientos continuaban atormentándome, no tenía paz en mi alma.                                     
Yo solo quería ser feliz y encontrar  alguna solución para vencer esos pensamientos destructivos que tenía; aunque no encontré nada.


 Sé que todas las personas a lo largo de su vida los tienen,  y por eso se refugian en el alcohol, en las  drogas, en la comida, en el sexo, y en otros vicios,  para evadirse de estos pensamientos y para llenar el vacío y la soledad existencial de sus vidas.
                                                    

Yo lo tenía todo,  trabajo, dinero, salud, pero no le  encontraba el sentido a la vida.  Busque en tener experiencias nuevas, hacer  amigos,  tener pareja, hacer deporte,   senderismo, escalada, ir de camping,  estar en  contacto con la naturaleza,  natación,  ciclismo, ir de pesca,  recorrer mundo, viajar, dar rienda suelta a mis deseos,  disfrutar de todo lo que  me gusta, comprarme cosas,  comer , bailar en discotecas durante toda la noche, beber alcohol hasta emborracharme, sexo, y un amplio  etc.                                                          
Pero nada de esto me hacía feliz, ni daba sentido a mi vida, no llenaba el vacio que tenía, ni quitaba esos pensamientos que me perseguían. 
 

Al no encontrar solución a mi infelicidad me angustiaba y me preguntaba; ¿habrá alguien  que pueda ayudarme? 


Entonces en el año 2000 empezaron a cambiar  las circunstancias  de mi vida rápidamente.


Perdí el empleo por el que tanto me había preparado; perdí la pareja con la que había planeado un futuro; pasaron cosas muy fuertes dentro de la familia y del vecindario.Toda mi vida se vino abajo en poco tiempo. Todos los proyectos que había hecho para mi vida fueron destrozados.                        
Empecé a ver la vanidad de la vida. Pensaba,  toda la vida preparándote y luchando por algo y en nada se desvanece todo.


Llego a mi vida una convicción de pecado muy fuerte, sentía un gran dolor por todo lo malo que había hecho a lo largo de mi vida, me sentía egoísta, lleno de maldad  y  rencor hacia muchas personas que me había hecho daño,  también podía ver mi perversidad, y los vicios en los que estaba atrapado.   Estaba muy  arrepentido de todo.


Al poco tiempo después,  me salieron unas manchas en la piel que  se extendieron más por todo el cuerpo de los pies a la cabeza y se hicieron  grandes de un diámetro de 2 a 3 centímetros. Empezaron a producir descamación en la piel, y a supurar pus, y a picar mucho.
                                         
Cuando me duchaba el agua caliente caía sobre mi cuerpo y parecía como si tuviese vidrios clavados. Era muy doloroso; todo estaba en carne viva. 


Fui de urgencia  al hospital “virgen de la arrixaca” en Murcia, ya que  tenía mucha  fiebre.


 El médico que me atendió, comentó con su compañera que nunca había visto una manifestación así en la piel tan fuerte y rara. Me pusieron una inyección para hacer bajar la fiebre, y me sacaron una muestra de sangre para analizar.  


Cuando salieron los resultados de la analítica, me llamaron a una consulta en la que estaban dos jóvenes estudiantes de medicina. Me examinaron y me hicieron preguntas sobre mis hábitos de vida. Después fueron a consultar a un médico en la sala contigua y yo escuché: 
                                   
-“tenemos a un chico con problemas en la piel. Tiene fiebre, las amígdalas inflamadas y su analítica muestra un 20% de linfocitos atípicos y esplenomegalias en la piel de 2 a 3 centímetros de diámetro”. 


Al rato vino el muchacho a la consulta y me dijo de qué se trataba.

 La enfermedad era un Exantema infeccioso producido por un virus y me mandó unas pastillas y guardar  reposo, y que si no  hacía bien el tratamiento,  podría llegar a morir porque la enfermedad estaba muy avanzada,  y el 20% de la sangre estaba infectada por el virus.                      
Después cuando salí del hospital, fui a comprar las pastillas a la farmacia. Cuando leí las instrucciones me di cuenta de que eran para el reuma y no para aquella  enfermedad.

  No sabía qué hacer. Sentía mucha impotencia,  como si no fuese real lo que estaba sucediendo; como si todo estuviese preparado. Se habían cerrado todas las puertas de nuevo y sin encontrar la solución.

Creo que Dios lo preparó así todo para llevarme hacia él.
A la mañana siguiente me desperté temprano, tenía poca fiebre y estaba colocando la ropa en el armario cuando vi un librito pequeño que habían comprado mis hermanos en la iglesia a la que asistían.
                                          

Se titulaba, “La fe, lo que es”. Comencé a leerlo muy profundamente y me dio mucha convicción.

 La palabra de Dios y el testimonio del autor, que también fue sanado de una enfermedad,  y de parálisis en sus piernas, era la salida a mi situación. Esto era algo nuevo para mí, la primera vez que lo escuchaba, ya que lo que  conocía como lo de  Dios,  solo era la religión católica y la tenía muy descartada.

Aquellas palabras  me persuadieron a creer y a confiar en Dios y en lo que Cristo hizo en la cruz.
Estas palabras eran: 

1ª de Pedro 2-24,”Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero; para que nosotros, estando muertos a los pecados vivamos a la justicia, y por cuya herida fuisteis sanados”.

Isaías 53. 4-5 “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él y por su llaga fuimos nosotros curados”.
                                         
Estos versículos de la palabra de Dios nos dicen una gran verdad; que Cristo ya llevó nuestras enfermedades y dolencias al igual que el pecado, cuando murió en la cruz.

Yo tenía que creer que desde que Cristo lo llevó en la cruz yo ya estaba sano. Tenía que creerlo de verdad; con todo mi corazón, sin dudar nada.

 Así que lo primero que hice fue tirar las pastillas que me había mandado el médico,  a la papelera. Mis padres se enfurecieron y me dijeron que si estaba loco.
                                                        
                                  

Yo les dije que Cristo ya me sanó en la cruz y que no necesitaba medicinas. Otra cosa que hice es que el médico me mandó reposo y yo hice  todo lo contrario; me marché a trabajar el lunes como siempre con fiebre y todo. Estaba creyéndole a él,  que era verdad lo que dice su palabra.
   
 Yo comencé a creer que ya estaba sano y a darle las gracias porque el Señor Jesucristo  ya me había sanado,  desde que el murió en la cruz, llevando toda enfermedad y dolencia.                        
Llegaban pensamientos del Diablo a mi cabeza (el Diablo, es,  el que ponía esos pensamientos destructivos, que me perseguían  desde que era joven, él es el mentiroso  que engaña a toda la humanidad), y me decía  que me iba a pasar algo, que si estaba loco, que si me iba a morir; pero mi corazón estaba persuadido de la palabra de Dios  y no hacía caso de ninguno de estos pensamientos.
  
Me aferré a sus promesas con todo mi corazón y con todo mi ser. El enemigo de toda humanidad el Diablo, siempre tratara de hacernos dudar y de ponernos en contra de la palabra de Dios.

Lo hará con engaños con pensamientos desde nuestra mente por medio de la duda, o de las personas que nos rodean sobre todo las más cercanas a nosotros.
                         
Después de tres días de lucha con estos pensamientos del Diablo estaba muy cansado,  era el día de la constitución Española, el  6 de diciembre del año 2000.

Cuando me desperté me puse a orar; a hablar con Dios y estando en la cama acostado mirando al techo de mi habitación, le decía al señor que porqué no era sanado.

 Le dije:” yo estoy creyendo tu palabra y entonces ¿porqué no recibo la sanidad?

 Me acuerdo que le dije:” Señor todo me ha fallado en la vida,  ¿tu también me vas a fallar?

 Hubo un gran silencio.
Y después dije: Señor yo tengo voluntad pero no puedo más”.

En ese mismo instante  empecé a llorar como nunca en mi vida lo había hecho,  me quebrante totalmente.
                                       
Al principio era un llanto  suave pero fue aumentando  tanto que sollozaba y gemía, de manera que mi cuerpo se erguía.  Era un llanto muy profundo.

Llegó a mí una sensación de hormigueo muy suave que se fue bajando hacia mis piernas y sentí  como si me estuviesen clavando miles de alfileres por todo el cuerpo.

 La sangre empezó a circular de una forma muy fuerte dentro de mis venas; tanto que yo la podía sentir  y me quemaba. Era como fuego dentro de mis venas.
Esto duró un buen rato y  mientras tanto no paraba de dar gracias a Dios por todo.

 Le pedí  que me enseñase a amar y que desapareciesen de mi los rencores, la maldad, la perversión, y todos esos pensamientos de depresión y tristeza que había tenido toda la vida, que el Diablo ponía en mí.
                                                   

Después de aquella experiencia me sentía muy relajado, en paz, como flotando. 
                                   

No podría describir aquella sensación tan maravillosa; era como si estuviese en el cielo.

 Después me levanté y mientras desayunábamos conté a mis hermanos lo que me había pasado. Las manchas de la piel fueron secándose hasta que desaparecieron. 

El sábado siguiente mis hermanos me invitaron a ir por primera vez a la iglesia a la que asistían, aunque yo no quería ir  porque pensaba que era una secta.
                                     
Me convencieron diciéndome que allí habría  personas que como yo, habían tenido experiencias  sobrenaturales  con Dios.
Yo tenía miedo porque mucha gente no entiende estas maravillas aunque se llamen cristianos, y lleven toda su vida en la iglesia.  Pensaba que no me entenderían. 

No solo Dios me sanó de esta enfermedad, sino que también me liberó de todo esos pensamientos destructivos que he contado que tenía durante toda la vida.

Ahora él me ha hecho libre y no solo de esos pensamientos, sino del pecado, el rencor, la culpa, la perversión  y de los vicios que me dominaban.
                                         

Ahora es como si hubiese una nueva vida dentro de mí, tengo paz, tranquilidad,  me siento amado, y lleno interiormente,  mis hábitos de vida tampoco son  los mismos, me gusta hacer lo bueno, y aborrezco todo lo malo, el pecado, los vicios.
 
Dios  ha cambiado mi corazón, ya no veo las cosas como antes, ahora soy feliz, y he encontrado el sentido de esta vida.

Doy gracias a Dios por tener tanta misericordia de mí y por sanarme de mi enfermedad; por haberme dado  la vida eterna a través de Cristo no siendo yo merecedor de nada.
                                             
Él me ha hecho ver su gloria.   Toda la gloria sea para Dios quien lo preparó todo. Él es el autor y el consumador de la fe.

Pido a Dios,  que este testimonio pueda servir a muchos,   que estén en la misma situación en la que yo estaba,  para que crean en lo que Cristo hizo en la cruz,  por nosotros los pecadores,  dando su vida en sacrificio por nosotros y para salvar nuestras almas. 
                                   
El es el camino, es  la verdad y  es la vida.

Los momentos de la vida en los que estamos pasando más dificultades, pruebas, problemas, o  adversidades, son los que Dios utiliza para que nos arrepintamos, de nuestra maldad,  y reconozcamos que somos débiles, y le necesitamos para que cambie nuestras vidas.
                                      
Dios no ha venido a condenar al ser humano, ni a ponerle más normas o leyes, ni hacer ninguna  religión.

Él ha venido a salvar su alma o pensamientos y hacerle libre de esclavitudes del pecado y  vicios que se enseñorean del ser humano, y que no nos podemos  quitarnos  por nosotros mismos.
                       







           






        

TESTIMONIO DE SANIDAD DIVINA. DIOS ME SACO DE LAS TINIEBLAS A LA LUZ.

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