lunes, 25 de abril de 2011

EL DIEZMO, ¿ES OBLIGATORIO SEGUN LAS ESCRITURAS?



El diezmo es un tema muy estimado por la mayoría de los líderes de iglesia.

                                                                     
Las denominaciones que logran conseguir que sus miembros entreguen un 10% de sus ingresos brutos, pueden crear fuerzas muy poderosas, más allá de su fortaleza en número. Las sectas líderes en diezmar, según un artículo del Christian Ministry, son las que los Evangélicos llaman "cultos". Los Testigos de Jehová, Los Mormones y la Iglesia de Dios. Los cuartos son las Asambleas de Dios. La Iglesia de Dios abandonó el diezmo por no estar en las Escrituras y las donaciones cayeron un 30% en el primer año.

         
                                      
Esperamos mostrar en este artículo que mientras muchas iglesias, organizaciones que levantan fondos y consejeros financieros Cristianos nos dicen que al no pagar "el diezmo" robamos Dios, los hechos reales Bíblicos son que esos que enseñan el diezmo como doctrina cristiana son, de hecho, quienes están "robando a Dios." A medida que avance en éste artículo, recuerde el hecho de que el pobre da más que el rico.

                                                 
                                           

Voy ha hacer una declaración que probablemente escandalizará a muchos Cristianos quienes han estado en la iglesia por un largo período de tiempo y que sienten que conocen la Biblia muy bien. Espero que ésta declaración anime al lector a "ver por sí mismo" que esta declaración es Bíblicamente cierta al 100%.

Mi esperanza es que cuando nosotros veamos qué apartados estamos de la Biblia, en cuanto a enseñanzas básicas del Cristianismo como ésta, renovemos nuestro deseo de estudiar para comprobar por nosotros mismos.

Aquí está la declaración: ¡El diezmo tal como es enseñado por la mayoría de las denominaciones Cristianas del 10% del ingreso bruto o neto no está contenido en las páginas de la Biblia!Es un engaño.

Muchas publicaciones Cristianas dicen que los que no dan el diezmo roban a Dios y que sufrirán maldiciones por no hacerlo. Te dicen que se te va a romper el auto, o te van a despedir del trabajo, o te vas a enfermar, mentiras, para infundir el temor y hacer que cedan los creyentes dando encontra de su voluntad. Voy a usar una de ellas como ejemplo de las Escrituras y razonamientos que usan comúnmente para apoyar la idea de que la iglesia está llena de ladrones a Dios, que son, las personas que no diezman el 10% de sus ingresos. 
Pero la gran verdad es que mas ladrones son los que usan mal la palabra y engañan al pueblo para dejar sus ingresos, por culpa o por miedo, y estas ofrendas no agradan a Dios, sino la ofrenda voluntaria, alegre y de corazón, en agradecimiento a Dios.

En en nuevo pacto Dios no pide el 10% si no que pide todo el 100% de toda nuestra vida, el quiere todo nuestro corazón y atención, rendir todo y depender todo de él, para que seamos transformados, a la imagen y el caracter del  hijo, y asi llevemos fruto para la gloria de Dios.

Jesús nunca fue pidiendo los diezmos a nadie, ni predicaba sobre el tema, ni sus discipulos, lo importante es el mensaje de la buena noticia, para que seamos cambiados, salvados, y no ser piedra de tropiezo con el dinero para los que necesita la buena noticia de salvación.

Soy salvos por la gracia y no de vosotros pues es un don de Dios dice la palabra. Gratuitamente por su gracia. 










martes, 19 de abril de 2011

DIOS SANA A UN JOVEN DE 15 AÑOS DE UNA ENFERMEDAD MORTAL

                                                          



JOVEN QUE DIOS SANÓ MILAGROSAMENTE DE UNA ENFERMEDAD INCURABLE DE LA SANGRE.


 Esa es la lección que aprendí en el lecho de dolor hace muchos años. Había estado en cama por 16 largos meses. De hecho, había estado enfermo toda mi vida; nunca corrí ni jugué como otros niños, no conocía una niñez normal, y a los 15 años de edad quedé confinado a la cama. Cinco médicos, uno de ellos de la famosa Clínica Mayo, dijeron que nadie en mi condición había vivido más de 16 años, según los archivos de la medicina. En mi décimo sexto año de vida me hallaba en cama.

Gracias a Dios por tantos libros buenos y provechosos que hay en estos días. Casi no habían libros en aquel entonces. Al menos no llegaron a mis manos. Yo era un joven bautista que leía la Biblia metodista de mi abuela, pero gracias a Dios que decía lo mismo que dice mi Biblia del Evangelio Completo. Yo lloraba y oraba diciendo: "Amado Señor Jesús, por favor sáname".

 Pasé noches enteras orando. El estar en cama 24 horas del día da tiempo para bastante oración. Les aseguro que pasaba horas orando, día tras día, semana tras semana, mes tras mes.

 Era salvo, nacido de nuevo pero mis oraciones no daban resultado. Oraba y tenía la impresión que Dios me sanaba. No es que oyera a Dios diciéndome que me había escuchado, pero tenía un sentido espiritual. Sintiéndolo yo ponía la mano sobre el corazón. Latía mal y mis piernas aún estaban paralizadas; eran hueso y piel sin carne. Rompía a llorar diciendo: "Señor, creí que ibas a sanarme. Lo sentí en mí. Me convencí, pero no fue". Me quedé anonadado.

Por un mes no quise mirar la Biblia. Decidí abandonarla y darme por vencido. Luego descendía nuevamente a las puertas de la muerte, y me agarraba a la cabecera de la cama hasta gastar toda su superficie.

Luché contra la muerte con todo mi ser, volví a la Palabra de Dios, y aunque no veía en qué me equivocaba, recibía un tanto de ayuda, salía de los ataques, pero aún no recibía mi sanidad.

Finalmente, el segundo martes de agosto de 1934, depués de pasar 16 meses en cama, como a las ocho y media de la mañana le dije al Señor: "Amado Señor Jesús, cuando estabas aquí en la tierra, dijiste en San Marcos 11:24: "Todo lo que pidieres orando, creed que lo recibiréis y os vendrá. Amado Señor Jesús, si estuvieras aquí pudiera verte con estos ojos como puedo ver a mi mamá, y si pudiera alargar la mano y ponerla sobre la tuya o tomar tu mano entre las mías como la mano de mi madre, y si me dijeras: "Hijo lo que te pasa es que no crees"; sin arrogancia tendría que decirte: "Amado Señor Jesús, es mentira, yo creo".

Cuando dije esto, El me habló. Ese día descubrí el secreto de la fe. Aunque Jesús no habla en voz audible, como voz humana, ni está aquí corporalmente; el Espíritu Santo está aquí, y El no hablará de Sí, dijo Jesús, sino que todo lo que oyere, eso hablará.

El Espíritu Santo oyó a Jesús decirlo, y El lo dijo a mi espíritu. En mis adentros se pronunciaron estas palabras: "Sí, crees bien hasta donde entiendes". Es natural que uno no puede creer lo que no sabe. Aquí está el motivo del fracaso de tantos. "Sí, crees bien hasta donde entiendes, pero aquí entra el versículo de la Biblia que dice: Creed que lo recibiréis y os vendrá".

¡Lo vi! Fue como si alguien hubiera prendido una luz dentro de mí. Lo vi. Dije al instante: "Amado Señor Jesús, lo veo. ¡Lo veo! Tengo que creer que recibo mi salud.

Tengo que creer que recibo la sanidad aunque mi corazón no funciona bien. Tengo que creer que recibo la sanidad de mis piernas aunque viéndolo humanamente estoy aún paralizado. Y si creo que lo recibo, entonces lo tengo".

Nunca había hecho esto. Quería verme sano primero y entonces creerlo. Entonces, no hay para qué creer, porque ya se sabe. Al momento vi lo que había hecho. Tantos meses había esperado recibir mi sanidad y no resultó. Si sigue usted la Palabra y el Espíritu Santo, hará algunas cosas automáticamente. En esta ocasión podía usar las manos más que en otras.

Inmediatamente alcé las manos, sin que nadie me lo indicara y sin saber por qué. Alcé las manos echado a lo largo de la cama, y dije: "Padre Celestial, amado Señor Jesús, gracias a Dios soy sanado. Creo que soy sanado".

Ya lo tenía en el presente. Ya me servía a mí. ¡La fe es ahora! Fe es en tiempo presente. Si no es ahora, no es fe. Me estaba beneficiando en ese momento. Si espero que voy a recibir mi salud, esto no es tiempo presente, no es fe.

"Gracias amado Señor Jesús," yo dije, "por mi salud". Creo que mi corazón está sano. Creo que la parálisis está curada. Te doy gracias por la sanidad de mi cuerpo".

Pasé algún tiempo agradeciendo al Señor porque mi corazón estaba sano, mi cuerpo sanado. Pero casi en ese mismo instante Satanás me desafió. Sí, inmediatamente me dijo: "Qué espectáculo eres ahora. Tú, un creyente, y ahora resultas un mentiroso". El diablo suele negar que haya infierno o lago de fuego, pero me dijo: "¿No sabes que la Biblia dice que todos los mentirosos tendrán su parte en el lago de fuego y azufre?"

"Sí" contesté "sé eso, diablo, pero no mentí". Supe que era el diablo porque toda duda o desaliento es del enemigo.
"Sí, mentiste. Dijiste que estabas sanado y no lo estás. Examina tu corazón".

Inconscientemente me toqué el pecho y luego le di un golpe a Satanás y dije: "Oye diablo, no dije que me sentía sanado. Eso sería mentira, porque no me siento sanado. No dije que se ve que estoy sanado. Eso sería también mentira. No dije nada sobre mi aspecto o sobre mis sentidos.

 Dije que creo que estoy sano, que estoy sano, y que recibo la contestación de mi oración, y si tú dices que no lo creo, mientes. Eres mentiroso, según lo que ha dicho Jesús. Jesucristo, el Hijo de Dios, cuando estaba en la tierra dijo según San Marcos 11:24: Todo lo que pidieres orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Jesús lo dijo, y lo que El dijo es verdad; creo eso. Sí, lo creo, lo tendré. Lo creo ahora. Si quieres discutir y argüir, ve a Jesús. No fui yo quien lo dijo, El lo dijo". Se calló y yo volví a ocuparme en alabar a Dios y en darle las gracias por contestarme.

Después de un rato, oí dentro de mí, en el corazón o en el espíritu, estas palabras: "Crees que estás sanado. Pero los sanados, los sanos, no tienen por qué estar en cama. Necesitan estar en pié".
"Es verdad", yo dije. "Por cierto es verdad. Sí, Señor, es verdad. Voy a levantarme. Gloria a Dios, voy a levantarme".

Creía, pero la fe se apropia; creer es dar el paso, y uno tiene que dar los pasos. Tengo que decir que no tenía mejor aspecto. No me sentía mejor. No sentía nada desde la cintura para abajo. Con las manos me esforcé hasta sentarme, empujé mis piernas y mis pies de la cama, torcí el cuerpo hasta que mis pies dieron contra el suelo como dos pedazos de palo. No podía sentirlos pero podía verlos.

El diablo se entrometía, insistente, metiendo pensamientos en mi cabeza como balas de un mortero: "No puedes andar y lo sabes. No estás sanado y lo sabes. Estás mintiendo, y caerás aquí y yacerás en el suelo. Sabes que no hace 30 días desde que caíste de la cama y tuviste que quedarte en el suelo hasta que tu hermano mayor vino y te alzó y te puso en la cama, porque tu abuela es anciana y tu madre enfermiza, y no pueden alzar ni tus 40 kilos.

 Ninguno de los vecinos está y tu hermana se ha mudado. Tendré 3 que quedarte en el suelo hasta las cinco de la tarde, hasta que el abuelo llegue de su trabajo; entonces te pondrá en la cama".

La mejor arma contra el diablo es negarse a prestarle atención. Me puse como sordo, como si sus palabras cayeran sobre el aire.

 Me agarré del poste de la cama con los brazos, dejando que las rodillas se doblaran. Alcé una mano un poquito y dije: "Gracias a Dios, estoy sanado. Quiero declarar en la presencia de Dios Todopoderoso, y del Señor Jesucristo, y de los ángeles del cielo, en la presencia del diablo y de los espíritus malos que la Palabra de Dios es verdad, y yo creo que estoy sanado. Lo creo".

El cuarto parecía dar vueltas porque hacía 16 meses que yo estaba en cama. El suelo, el techo, los muebles giraban. Cerré los ojos y continué abrazado al poste de la cama. Cuando me parecía que las cosas ya no giraban, abrí los ojos y dije de nuevo: "Gracias a Dios, según la Palabra estoy sanado". Lo creí y sentí algo. El sentir me vino como una miel tibia derramada en mi cabeza. Comenzó en la corona y corrió abajo en mi cuerpo.

 Cuando llegó a la cintura siguió hasta la punta de los dedos de los pies. Todos los nervios de las piernas entraron en acción, y el sentí como si dos milliones de alfileres me hincaran. Quise llorar pero me sentía demasiado feliz. ¡Tanto tiempo sin sentir nada! Aguanté hasta que pasó y me sentí normal. Nada de parálisis. Dije: "Voy a andar ahora". Lo hice y he seguido andando.

De esta manera aprendí lo que digo enseño no sólo la fe, sino también la sanidad. ¿Acaso habrá algo imposible para Dios?
Solamente si tuviesemos un poco de fe, y nos pusiesemos deacuerdo con sus palabras y promesas recibiriamos todo lo que el ha ganado por medio del sagrificio de Jesucristo.









TESTIMONIO DE SANIDAD DIVINA. DIOS ME SACO DE LAS TINIEBLAS A LA LUZ.

             Para descargar el testimonio en pdf. hacer clip "Aquí".   Desde  niño, me críe en un ambiente muy difícil ...